Simplemente diálogos, que van tomando forma (de alguna forma) y terminan donde tienen que llegar. Diálogos con vida propia, que a veces corren, a veces se detienen a pensar, y a veces disparan balas y verdades. Radiografía de un mundo igual, pero visto de distinta manera.

sábado, 20 de agosto de 2011

diálogo de "un" viernes.



Un viernes como cualquier otro (es decir, distinto del resto), sumidos en el mismo divague que aparece las noches de lluvia, estábamos mi pucho y yo, esperando que el día anuncie su final e intentando asimilar el tiempo que todavía faltaba para que eso suceda.

Parada en la puerta de la facultad, asumía el riesgo de cruzarme con algún personaje de esos que nunca faltan en ninguna facultad, pero los vicios son vicios (y bien sabido es que el olor a humo impregnado en la ropa es motivo de discusión).

Efectivamente (o lamentablemente) ví que Victoria se acercaba, como de costumbre con sus gestos insoportablemente efusivos, no aptos para un viernes a la noche, y acompañada de una chica a la que yo había visto en reiteradas oportunidades pero con la cual (sabiamente) la vida nunca me había cruzado muy de cerca.

Mi cabeza analizó al instante a la acompañante: me había caído mal. Cuestión de piel, vió (decimos nosotros, los portadores una morbosa propensión a prejuzgar). Aún así, seguía siendo viernes a la noche y cualquier racionalización de las circunstancias que se presentaban se desvaneció al ser consciente de ello:

- ¡Felicitaciones, Vicky!

- ¡Muchas gracias! ¿Me lo decís por mi nuevo trabajo o por el aplastante “triunfo K”?

- Por las dos, por las dos. (Respondía yo sin pensar demasiado en el asunto, y repitiéndome que era viernes a la noche).

En eso, ví que Victoria tomó cariñosamente el rostro de su acompañante (la cual había estado excluida de la conversación hasta ese entonces) y, todavía muy efusiva, le dijo:

- ¡Igual te amo, radicalita de mi vida!

Claramente, mi visión del acto distó mucho de pensar algo así como “qué bien, se trata de ese tipo de persona que deja la política de lado a la hora de las relaciones” (cosa que yo nunca pude lograr). Más bien concluí en que las situaciones bizarras nunca van a dejar de existir.

Siguiendo con el tema introducido, intenté (muy cordialmente) integrar a la acompañante a la absurda conversación:

- ¿Y vos, qué sos?


(Era mi forma de preguntarle con qué ideología política simpatizaba. Formulaba la pregunta mal a propósito, entendiendo que, cuando uno no sabe lo que va a encontrar, siempre es bueno hablar de política en términos relajados y, en lo posible, con una sonrisa de por medio).

La cara de la acompañante se convirtió rápidamente en una mezcla de gestos de incomodidad ante mi pregunta que, en conjunto, resultaba desagradable:

- Hola, soy ricardo gutierrez, ¿vos? (respondió, invitándome a un apretón de manos que no era más que un aporte a toda la ironía de la situación que ella me ofrecía)

Al instante, olvidé que era viernes a la noche y di lugar a la irritación que me nacía desde lo más profundo:

- Te doy la mano por respeto, que fue lo que te faltó a vos recién.

La viveza con la que la chica se había manifestado en un primer momento desapareció repentinamente por entre la lluvia. La suma de la incomodidad de la situación y la ausencia de una respuesta instantánea por parte de la acompañante, dieron como resultado que se ruborizara por completo, que se prendiera fuego, que casi explote y de esa forma acabe con el silencio que se había generado. Así como estaba, se encogió de hombros y ocultó su frente en su gorro hippie, y entró al hall de la facultad sin decir nada. Arrepentida, se detuvo a mitad de camino y con voz temblorosa que evidenciaba sus nervios, me dijo:

- ¡Soy zurda de convicción! (claramente, eligiendo adrede la palabra “convicción”, la cual era totalmente necesario mencionar ante el frustrado intento de haber querido demostrarlo mediante su vestimenta neohippie y su actitud de rebeldía actuada).

Me sonreí, como no podía ser de otra forma (mientras Victoria, ya sin efusividad, participaba del asunto jugando el papel del espectador distraído).

Me dio un poco de lástima, de la que a veces lastima, pero el mundo continuó, allá por aquel viernes como cualquier otro, en el mismo divague que aparece las noches de lluvia, con mi pucho recién encendido que anunciaba mi llegada tarde a la clase, y retornando a la espera de que el día anuncie su final.


GRACIAS LU!!!

2 comentarios:

Juan Ojeda dijo...

Es increíble pensar en todo lo que estás diciendo con una simple imagen cotidiana.
Me encanta tu estilo Diego, me sentí como muchas veces en este tiempo, entre los neohippies y los k... yo silbando en mis contradicciones, buscándome como siempre.

Buenísimo el blog, un abrazo.

diego dijo...

=) gracias juan!!!!
la cotidianeidad tiene esas cosas, solo hay que escarbar.
de todas formas, el diálogo es autoría de una amiga. si tenes alguno vos y tenes ganas de publicar acá avisame! la idea es que todos compartamos lo que nos pasa, para caer en la cuenta de que somos parecidos y nos pasan las mimsa cosas, pero a la vez únicos!