Entra en el PH. Hace frío afuera, pero le sudan las manos. Deja
el bolso sobre el sofá rojo, saca el
celular de su bolsillo, lo pone en vibrador y llama en voz alta:
-Amor, ¿estás?-.
Ella aparece por el pasillo con pasos insonoros de gato. Las
medias la hacen resbalar en aquella pista de madera. En las manos trae una
botella; en la cara, una sonrisa.
-¿Cómo te fue?-.
–Bien, pero estoy cansado. El día no se me terminaba más.
Muchos pedidos. Por suerte ya está. Terminó. ¿A vos? ¿El laburo?-.
Mientras sirve la cerveza en los vasos que yacen en la mesa
ratona, Martina le contesta suave pero determinante: No hablemos de laburo.
Le alcanza uno de los vasos, lo mira a los ojos y le acerca
su bebida a la de él para brindar:
-¡Chin Chin! Porque el día casi termina, pero nuestra noche
recién empieza.-
Él la mira por un instante a los ojos, luego oculta su
mirada en la pared, teñida de por la malta intermedia.
-Estás raro, ¿pasa algo?-
-Nada, ¿por?-
-Estás muy callado.-
Martina no le da mucha importancia al silencio. Se acerca a
la ventana y sube la persiana, dejando entrar de lleno la noche en la
habitación.
-Cuánto silencio…-, comentó.
El tren pasa de repente, trayendo consigo un sonido chillón que
rebalsa la habitación.
- - Voy al baño, ya vengo-.
- -¿Enserio… estás bien? ¿Te pasó algo en el laburo?-
- -Estoy bien estoy bien…, solo que me meo…-
El novio se levanta de su asiento y quiere cruzar el pasillo,
pero ella lo intercepta en el camino.
- - No me diste ni un beso…-
Ella lo besa. Pero los labios de Cris (como le decía con
cariño), no responden al fraternal llamado. Están apagados. Martina le agarra
las manos con las suyas.
- - Te sudan las manos… ¡y con este frio!-. Le pasa la palma por la frente. - Pero fiebre no tenés…-
- - Tengo ganas de mear, báncame que ya vengo.-
Cuando llega a desligarse de la
mujer, el celular comienza a vibrar en su bolsillo, y a emitir una tenue luz
que el jean deja traslucir a penas. Martina ve el detalle, pero lo deja seguir.
Sentada en el sofá, no escucha
ningún ruido de meada. En su cabeza, comienza a elucubrar posibilidades, a
pensar.
El vuelve sin cara de satisfecho.
Se sienta en el otro extremo del asiento (al lado de la ventana) y toma entera
de un trago la cerveza.
- -No tenés palabras, pero tenés terrible sed.-
- -Fue un día largo.-
- - Eso ya me lo dijiste. Contame algo que no sepa.-
- - No tengo mucho más para contar. –
- -¿Querés que vayamos al cine hoy? ¿O estás muy
cansado? Están pasando la nueva de Woody Allen que te conté ayer. Acá al toque,
en el Arteplex. Si no tenés ganas nos podemos quedar en casa… vemos una peli de
las que tenemos o nos dormimos temprano…-
- -Hoy quedé en verme con los chicos…-
- -¿Con quiénes?-
- -Los del laburo.-
- -Nunca salís con ellos.-
- - Por eso… porque nunca salgo con ellos…-
- - Nunca salís con ellos porque decís que son unos
pelotudos.-
- - Ya quedé. A las once me voy. Ahora en un ratito.-
Martina termina su cerveza en silencio y mira por la
ventana. Ve la media luna que se yergue en el cielo negro azulado y piensa que
no debe estar tan lejos como le hicieron creer toda la vida. Su novio mira fijo
al suelo.
- -Te sonó el celular cuando ibas al baño.-
- -¿Sí? … Ah… sí, sí. Eran los chicos para
confirmar lo de hoy. Ya les conteste.-
- - ¿Y a dónde van?-
- -A una pizzería por el centro. Es más,
seguramente me vuelva a dormir a lo de mis viejos, que queda al toque.-
- -¿Por qué tenés el celular en vibrador?
- -Porque vengo de una reunión, y lo puse así para
que nadie me joda. Me pasás la cerveza?-
Martina le hace un gesto para que le pasara el vaso
directamente y le sirve hasta el borde. Después, hace lo mismo con el suyo.
Dejó la botella vacía en el piso.
-No sé cómo catalogarte hoy: Si distante, pelotudo,
mentiroso, con miedo… de lo que estoy segura, es que algo te pasa.-
- No me pasa nada.-
-No terminé. Y más razones me dan para creer eso: tus
silencios, tus respuestas cortadas, tus repentinos encuentros con gente que no
te cabe ni un poco y tu celular en vibrador. Ahora sí, decime lo que quieras.-
Él toma un trago y mira hacia el techo. Esta ordenando las
palabras para responder a la observación de su novia cuando el celular le vibra
otra vez en su pantalón.
- -¿Podés poner el celular con sonido? Me saca
esto. ¿Quién te llama un jueves a las diez?-
- - Es un mensaje. Bancame un segundo.-
- -¿Quién es?-
- -Bancame.-
- -¿No me podés decir quién es?-
- -¿No me podés bancar un minuto?-
Martina refunfuña y termina su cerveza. Se para haciendo el
mayor ruido posible y va hasta la cocina a buscar otra botella. Cuando vuelve pregunta:
-¿Ahora que contestaste y pasó un minuto, ya sabés quién era
y me lo podés decir?-
- Eran los chicos.-
-¿No les habías contestado ya? ¿Escondido en el baño?-
-Te estás poniendo paranoica.-
-¿Yo soy la paranoica?
-Sí.-
Hacía alrededor de una semana, a Martina la había despertado
el sonido de un mensaje del celular de su novio a las 2 de la mañana. Había
vuelto a dormirse, pero otro mensaje volvió a sonar desde el aparato y la
curiosidad del remitente a esas horas pudo más que el cansancio del día
laboral. Salió de la cama y fue hasta la mesada donde estaba acostado el
teléfono. Llegó a ver un nombre: “Andrea”, antes de que su novio le arrebatase
el celular de las manos y le diga: ¿Yo te reviso las cosas a vos? Desde aquel
día hablaron menos, pero las sospechas crecían más en la cabeza de Martina.
“¿Quién es esa Andrea?”, le pregunto a la mañana mientras preparaba el
desayuno. Él estaba pálido, como quien se enfrenta a al peso de una mentira que
tarde o temprano asomaría su cabeza, pero para la cual no estaba preparado.
Entre bocados intermitentes de tostadas le contestó que era la novia, o mejor
dicho, la esposa de un amigo suyo. Él los había presentado. Y que en este
momento estaban pasando una crisis en la relación, y él intermediaba por
segunda vez. “Hay que estar en las buenas y en las malas”, dijo mientras
terminaba su café y se iba a trabajar, con la verdad envuelta en el morral.
-¿No será esa tal Andrea…no?-
-Ya te expliqué eso.-
- Quizás no me lo explicaste bien.-
-¿Tenés hora? Ya debería estar saliendo para ver a los
chicos.-
-Fijate en tu celu.-
Suspira con fastidio y se va hasta la cocina a chequear el
reloj blanco que colgaba sobre el microondas.
- - ¿Me estás jodiendo? ¿Te vas hasta allá solo para
no sacar el celular? ¿Yo soy la paranoica? Decime que mierda pasa, ¿queres?-
- -Son y media, me tengo que ir que llego re tarde.
Además, creo que no hay subtes hoy.-
Antes de pronunciar las palabras
que elige con precisión, Martina sabe que en este momento todo cambió para
siempre.
- -De acá no te vas hasta que me digas quién mierda
te llama tanto, quién carajo es esta Andrea y qué te está pasando. Ni siquiera
me vez a los ojos, no me contestas. No me besas… No me dedicas una puta
palabra.-
-
Ya te dije quien es Andrea. Te dije que tengo
que ir a comer con los chicos y que se me hace tarde. -
-Hablamos mañana.-
- -Está bien… pero antes dejame ver el celular.-
- - ¿Qué?-
- -Que me dejes ver el celular. Lo veo y te vas.
Así me saco las dudas y todos felices.-
- -Te dije. Son los chicos del laburo. Yo no reviso
tus cosas. No empecemos con eso. Me tengo que ir.-
- -¿Qué compañero del laburo?-
- - Juan.-
- -Me estás mintiendo.-
- -Es la verdad. Me mensajeó Juan.-
- -Cuando respondés así de rápido es que mentís. Te
conozco “mascarita”. Te vas a ver a esa mina.-
- -No.-
-
¿ves? De nuevo. Tenés las respuestas armadas.
Tenés miedo. Me estás cagando.-
- -Te digo que no Martina. ¿Cómo querés que te lo
diga? ¿Rápido? ¿Lento? ¿En inglés?-
- -Me doy cuenta que mentís porque estas nervioso.
Sos una hoja temblando. Sos muy obvio, muy evidente. Algo te conozco, y me doy
cuenta que “esto” no es normal. Querés huir. Te sentís acorralado. Y hace varios
días te noto así… pero hoy… hoy estás cagadísimo.-
- - No es así. Me voy. No llego.-
- -Me estás cagando…-
- -No.-
- -Es lo mismo, no te creo. Ni te gastes en
volver.-
- -¿Qué puedo hacer para que me creas?-
- -Mostrame el celular.-
- -No…-
Martina se acerca a Cristian. Le da una mirada de compasión.
Lo abraza y lo besa. Él se deja llevar por el cuerpo de ella. Martina mete la
mano suavemente en el pantalón y le saca el celular, como una prestidigitadora
profesional. Él no se da cuenta. Le da un fin seco al beso, le acaricia el pelo
protocolarmente y le dice: “En serio. Me tengo que ir. Te quiero.” Le da un
beso en la mejilla mientras agarra el bolso. Sale y cierra la puerta. Automáticamente,
Martina saca de su bolsillo el celular de Cristian y comienza a investigar.
Entra en la opción de mensajes y lee que los últimos 3 son de “Andrea”. Sabe
que tiene poco tiempo, que en breve Cristian vendrá a reclamar lo que le
pertenece. Y que todo, indefectiblemente, se va a ir a la mierda.
No llega a leer nada. La puerta se abre de repente (nadie la
cerró con llave) y Martina se asusta, dejando caer el celular al suelo.
-Así que lo tenías vos…-
- Sí.-
-¿Qué leíste?-
-No llegué a leer nada, pero es lo mismo. Tenías un par de
mensajitos de esa “Andrea”. No me hace falta saber más. Si vos no me lo queres
contar…-
El teléfono comienza a vibrar en el piso.
-¿No vas a atender? ¿O querés que atienda yo?-
Cristian se abalanza sobre el celular. Lo agarra y comienza
a escribir frenéticamente. Martina se le
para detrás, intentando leer que es lo que está sucediendo.
-¡Dejame ver!-
-¡Basta!-
-La puta madre, ¡decime que mierda le estás diciendo a esa
puta!-
Martina se da por vencida. Se tira en el sofá y comienza a
llorar. Se tapa la cara. Después se desespera por encontrar su vaso con
cerveza. Lo agarra y toma unos sorbos. Lo deja en la mesa ratona. Cristian
termina de contestar y guarda el celular en su bolsillo. Segundos después
vuelve a vibrar y emitir luz.
-¡Basta de esa mierda! ¡Andate de una vez! ¡No te quiero ver
más! ¡Nunca más! ¡Me estas cagando en la cara! ¡Sos una mierda!-
-¡Traquilizate amor! Estás muy nerviosa…-
- ¡No me digas amor! ¿Decime que mierda le decís a esa mina?
¿te vas a ir a ver con ella no? ¿Me estás por cagar?, ¡por eso no podés ni
mirarme a la cara! ¡Andate de una puta vez, la puta madre!
- Frená un segundo por favor….ya te explique…-
-Dejame ver ese celular…-
-no…-
En un arrebato de locura, Martina se levanta como felina y
le saca del pantalón el celular, corre hasta el baño y traba la puerta. Prende
la luz y se sienta en el inodoro.
Cristian golpea la puerta con fuerza y grita. Parece que la
va a tirar abajo. Martina, temblando, llega a leer:
“Acá estoy, extrañándote”. Es el mensaje que su novio acaba
de mandarle a “Andrea”.
Martina se suena los mocos. Respira profundo y se
tranquiliza. No necesita leer nada más. Deja que pase un minuto. Los golpes
cesan, también los gritos. Destraba la puerta y apaga la luz del baño. Sale
hasta el pasillo y camina sin hacer sonido. Cristian está sentado en el sofá,
mirando al piso. Los vasos en la mesa ratona están vacios. Ella camina hasta él
con el celular en la mano. Siente una vibración leve. Mira al aparato que se
apaga agonizante y completamente por falta de batería. Lo mete en el bolsillo
del morral y se para al lado de la puerta. Cristian agarra el morral y va hasta
la puerta. La ve unos segundos a los ojos, con culpa. Ella le niega la mirada y
le abre la puerta. Él sale. Ella cierra la puerta con llave y, sin mirar hacia
atrás, se acuesta en el sofá para ver la luna desde la ventana. Hay momentos en
que las palabras están de más, piensa. Hay momentos en que le gustaría vivir en
la luna.
-No puede estar tan lejos-, dice en voz alta, y cierra los
ojos.
Y duerme.