Simplemente diálogos, que van tomando forma (de alguna forma) y terminan donde tienen que llegar. Diálogos con vida propia, que a veces corren, a veces se detienen a pensar, y a veces disparan balas y verdades. Radiografía de un mundo igual, pero visto de distinta manera.

martes, 23 de agosto de 2011

diálogo entre dos vampiros, con la participación de un humano cuasi temerario y algunas rimas.



1: Pero, viste como somos los vampiros anónimos
nos llama la atención vernos fuera de los espejos


Le dijo el de dientes largos al colega

Bañados en luna llena, que es donde más les gusta frecuentar.


2: Sí, lo sé, es complicado verse parado

En el reflejo de las miradas


Contestó el interlocutor, aprobante

A la observación del otro inmortal


1:Que se le va a hacer, ¿ché?

Es la suerte que nos tocó


2: Es una buena suerte, diría yo,

comparada con otras tantas.


Y juntos remontaron los cielos, simplemente porque pueden volar

Y detectaron una víctima al unísono, y se decidieron a improvisar


3: ¿Quienes son Uds. y que pretenden de mí?


Anticipó el futuro muerto, a lo Isabel Sarlí.


1: Solo queremos alimentarnos, de tu sangre y de tu alma


2: Es nuestra naturaleza y son nuestros colmillos, quienes ello reclaman.


Entendió el mortal que su suerte estaba ya echada.

Sin embargo, atino a un último recurso, intentando alguna magia.


3: Nadie puede luchar contra la naturaleza, sería una causa errada

Mas les pido que detengan su violencia un mero instante ante una simple mirada.


Y el humano los miro fijo, a los ojos, sin pestañar

Y fue en ese momento donde los vampiros no tuvieron más opción que callar

(sus palabras y su hambre, que van de la mano, en la misma boca)

Pues en las retinas de ese ser enclenque, comparado con un inmortal

Vieron vida y vieron muerte, vieron el terror de la verdad

Se vieron a ellos mismos, fuera de los espejos, y decidieron desistir y volar.

En pocas palabras, escapar.


Ya en su hogar, que se encuentra en las alturas

Al primero de los succionadores de sangre se le dio por filosofar, de nuevo:


1: Y… viste como somos los vampiros anónimos
nos llama la atención vernos fuera de los espejos


Sin embargo, el otro calló.

Y con mirada pensativa dio su revelación momentos más tarde.


2: Creo que me voy a hacer vegetariano.

Malditos humanos,

con sus ojos vivos, más fuertes que los espejos.

Sin siquiera conocer lo eterno, ni saber volar,

Le sobra el poder de dejar a un vampiro perplejo.


Y miraron a la luna, porque, por esa noche, nada más les quedaba por hacer

salvo tener quizas lindos sueños, dónde la vida era más fácil, y ellos eran sus dueños.



sábado, 20 de agosto de 2011

diálogo de "un" viernes.



Un viernes como cualquier otro (es decir, distinto del resto), sumidos en el mismo divague que aparece las noches de lluvia, estábamos mi pucho y yo, esperando que el día anuncie su final e intentando asimilar el tiempo que todavía faltaba para que eso suceda.

Parada en la puerta de la facultad, asumía el riesgo de cruzarme con algún personaje de esos que nunca faltan en ninguna facultad, pero los vicios son vicios (y bien sabido es que el olor a humo impregnado en la ropa es motivo de discusión).

Efectivamente (o lamentablemente) ví que Victoria se acercaba, como de costumbre con sus gestos insoportablemente efusivos, no aptos para un viernes a la noche, y acompañada de una chica a la que yo había visto en reiteradas oportunidades pero con la cual (sabiamente) la vida nunca me había cruzado muy de cerca.

Mi cabeza analizó al instante a la acompañante: me había caído mal. Cuestión de piel, vió (decimos nosotros, los portadores una morbosa propensión a prejuzgar). Aún así, seguía siendo viernes a la noche y cualquier racionalización de las circunstancias que se presentaban se desvaneció al ser consciente de ello:

- ¡Felicitaciones, Vicky!

- ¡Muchas gracias! ¿Me lo decís por mi nuevo trabajo o por el aplastante “triunfo K”?

- Por las dos, por las dos. (Respondía yo sin pensar demasiado en el asunto, y repitiéndome que era viernes a la noche).

En eso, ví que Victoria tomó cariñosamente el rostro de su acompañante (la cual había estado excluida de la conversación hasta ese entonces) y, todavía muy efusiva, le dijo:

- ¡Igual te amo, radicalita de mi vida!

Claramente, mi visión del acto distó mucho de pensar algo así como “qué bien, se trata de ese tipo de persona que deja la política de lado a la hora de las relaciones” (cosa que yo nunca pude lograr). Más bien concluí en que las situaciones bizarras nunca van a dejar de existir.

Siguiendo con el tema introducido, intenté (muy cordialmente) integrar a la acompañante a la absurda conversación:

- ¿Y vos, qué sos?


(Era mi forma de preguntarle con qué ideología política simpatizaba. Formulaba la pregunta mal a propósito, entendiendo que, cuando uno no sabe lo que va a encontrar, siempre es bueno hablar de política en términos relajados y, en lo posible, con una sonrisa de por medio).

La cara de la acompañante se convirtió rápidamente en una mezcla de gestos de incomodidad ante mi pregunta que, en conjunto, resultaba desagradable:

- Hola, soy ricardo gutierrez, ¿vos? (respondió, invitándome a un apretón de manos que no era más que un aporte a toda la ironía de la situación que ella me ofrecía)

Al instante, olvidé que era viernes a la noche y di lugar a la irritación que me nacía desde lo más profundo:

- Te doy la mano por respeto, que fue lo que te faltó a vos recién.

La viveza con la que la chica se había manifestado en un primer momento desapareció repentinamente por entre la lluvia. La suma de la incomodidad de la situación y la ausencia de una respuesta instantánea por parte de la acompañante, dieron como resultado que se ruborizara por completo, que se prendiera fuego, que casi explote y de esa forma acabe con el silencio que se había generado. Así como estaba, se encogió de hombros y ocultó su frente en su gorro hippie, y entró al hall de la facultad sin decir nada. Arrepentida, se detuvo a mitad de camino y con voz temblorosa que evidenciaba sus nervios, me dijo:

- ¡Soy zurda de convicción! (claramente, eligiendo adrede la palabra “convicción”, la cual era totalmente necesario mencionar ante el frustrado intento de haber querido demostrarlo mediante su vestimenta neohippie y su actitud de rebeldía actuada).

Me sonreí, como no podía ser de otra forma (mientras Victoria, ya sin efusividad, participaba del asunto jugando el papel del espectador distraído).

Me dio un poco de lástima, de la que a veces lastima, pero el mundo continuó, allá por aquel viernes como cualquier otro, en el mismo divague que aparece las noches de lluvia, con mi pucho recién encendido que anunciaba mi llegada tarde a la clase, y retornando a la espera de que el día anuncie su final.


GRACIAS LU!!!

lunes, 15 de agosto de 2011

diálogo del "no sos vos soy yo".



-Bueno, acá me tenes, decime…-

-No te pongas cortado-

-¿Cómo cortado? … ¿cómo el café?- (chiste sin gracia; ninguna risa; no es el momento pero no puedo volver atrás en el tiempo lineal. Aún. Tampoco quiero. Ahora.)

- Violentito, así como te pones ahora. Me embola cuando tomas esa postura.-


Silencio. Con pizca de violencia.


-¿Sí? Dale, no te pongas así que se me hace más difícil.-

- Disculpame. Te la hago fácil. ¿Me queres cortar?-


Se pone a llorar.

Pobrecita… ella sufre, tiene sentimientos…. ¿Y yo? Aparentemente no.

Soy un insensible de mierda.


-Perdona. Es que esto me pone mal.-

-Tranquila, tomate el tiempo que necesites.-

- Estuve pensando mucho este tiempo… yo se que sos el amor de mi vida. Lo sé. Estoy segura, pondría las manos en el fuego… pero siento que ahora… no sé… ahora necesito aclarar mi mente.-

- ¿Conociste a alguien en el laburo?-

- ¡No seas pelotudo!-

- Pregunto nomas, me intriga… me intriga la forma en que uno puede tirar 5 años de relación a la mierda, nada más que eso.-

- No estoy tirando nada, sé que vamos a volver.-

-No sabes nada.-

- Yo sé que voy a querer volver con vos.-

- Y yo no sé si querré. Quizas sea demasiado tarde para ese entonces.-

- No seas así, ¿por qué no volverías?-

- Porque me estas cortando…-


Se larga a llorar de nuevo. Descomunalmente. Desconsoladamente. Usa todas las servilletas de la mesa. Llega la comida. Pedimos otra cerveza. En el bar todos nos miran. Seguramente piensan “pobre piba, que hijo de puta debe ser el novio”. Pero no. Acá el hijo de puta no soy yo. Me lo repito en la cabeza para creérmelo. Acá me están cortando a mí, y solo respondo seco porque es la forma que elijo para defenderme. Estoy a un paso de ser un ex. A minutos nomás de alcanzar esa libertad no elegida. Y ella llora por que no sabe que mierda quiere. Seguro conoció a algún chabón que le tiró dos piropos y la hizo sentir deseada de nuevo, es lo más probable. Esas cosas pasan todo el tiempo. Pero tiene una moral que no la deja tranquila y la desvela. Un principio ético que la obliga a hacer las cosas por pasos.


1. Cortar con el novio.

2. Entregarse a ese nuevo amor prometedor.

3. Darse cuenta que cometió un error y arrepentirse.

4. Volver.


-No te estoy cortando. Necesito un tiempo para aclarar mi cabeza.-

-Y salir con otro.-

-¿Tan inseguro sos? No hay ningún chabón.-

- No te creo, pero no importa. Cortemos mejor. Cortame. Dale.-

- ¿Comemos mejor? Frenemos un segundo.-


Traen la otra cerveza. La camarera la mira con compasión y luego me lanza una mueca desaprobatoria. Soy el inocente más odiado de todos. Ese que ahorcan en la plaza mientras la gente grita y escupe, para luego darse cuenta de que no ese buenhombre no había cometido crimen alguno; y todos intentarán olvidar lo antes posibles para no sentirse cómplices de la injusticia. Comemos en silencio. Tomamos sin hacer ruidos. La gente se va yendo del local, y, obviamente, me miran mal de pasada. Ella sigue sollozando entre bocados. Algunas luces se apagan. Pido la cuenta a la camarera inquisidora: 50 pesos. Miro fijo a la comensal que me acompaña y le señalo con los ojos la boleta.


-Veinticinco cada uno-.

-Uh… no traje plata… tengo solo diez pesos.-


No lo puedo creer.